Nuevo cine del Siglo XXI (3)

Artistas consagrados y aciertos puntuales

Pero exactamente, ¿a partir de qué momento podemos decir que entra en acción dicho colectivo de cineastas? Para poner orden, veamos qué directores estaban al mando antes de la aparición es esta nueva ola y qué sucede con ellos cuando se da el cambio.

Anteriormente definimos el estilo cinematográfico de inicios de milenio como un cine “de temática más tópica que profunda orientado a exaltar el aspecto formal de modo simplista y más bien convencional”. Este estilo, como también dijimos, puede ser dividido en tres categorías, a saber, el género aventurero de palomitas (El Señor de los Anillos, Harry Potter, Star Wars, Matrix, Las crónicas de Narnia, Spiderman), el cine de formas exageradas al servicio del fondo (Big Fisg, Chicago, Amelie, Descubriendo Nunca jamás) y el cine de la exaltación del individuo como superviviente vencedor (Gladiator, El Pianista, Million dolar Baby, Master and Comander). Veamos ahora quienes eran los responsables de todo esto.

Otra vez recordando lo dicho, el cine de inicios de milenio arrastraba la inercia estilística de los noventa, y el caso es que esta tendencia también puede observarse en los directores. En primer lugar está el simple hecho de que la mayoría de los cineastas de la década anterior siguen en pie en los inicios del 2000. En segundo lugar, en aquel entonces también seguía vigente la continua aparición de nuevos realizadores de reducida producción destacable (algo propio de los noventa). En resumen, hablamos de películas puntuales que en la mayoría de los casos son recordadas mucho antes que su autor (al menos en tanto que director).

Por ejemplo, así como en los noventa encontramos los casos de Kevin Costner con Bailando con lobos, Martin Brest con Esencia de mujer, Frank Darabont con Cadena perpétua, Mel Gibson con Brave Heard, Anthonny Mingella con El paciente Inglés, Scott Hicks con Shine o Chris Noonan con Babe, el cerdito valiente, en los inicios del 2000 tenemos los casos de Stephen Daldrey con Las horas, Rob Marshall con Chicago, Gary Ross con Seabiscuit, más allá de la leyenda, Todd Field con En la habitación, Marc Foster con Descubriendo Nunca Jamás o Chris Columbus con Harry Potter y la piedra filosofal.

Estos últimos y un conjunto de cineastas ya consagrados que o bien llevaban varios años dando sus últimos coletazos o bien alcanzaron entonces su edad de oro – como el caso Clint Eastwood con Mystic Riber y Million Dólar baby, Ridley Scott con Gladiator y American Gangster, Lasse Halstrom con Chocolat y Las normas de la casa de la sidra o Petter Jackson con la trilogía de El señor de los anillos– son los autores que acaparan la cartelera de inicios de milenio justo antes de que el Nuevo cine del Siglo XXI entre en acción.

En resumen, digamos que tenemos a un conjunto de directores dividido en dos colectivos: el primero, el de los cineastas consagrados, y el segundo, el de las puntuales apariciones de obras remarcables por parte de sujetos de corta vida cinematográfica. Y este conjunto de cineastas es el que nos ofrece el estilo de cine de inicios de milenio. Pero más allá de las definiciones hechas hasta ahora, las películas de este conjunto de realizadores comparten una característica esencial, que en el fondo, es la responsable de todas estos rasgos tan reconocibles del cine de inicios de milenio (entiéndanse las tres categorías mencionadas de este “cine de temática más tópica que profunda orientado a exaltar el aspecto formal de modo simplista y más bien convencional”).

Esta característica encuentra su razón de ser en un fuerte vínculo existente entre los directores de antaño y su obra. Y hablamos, sencillamente, de que el cine llevaba entonces décadas y décadas retroalimentándose, o dicho de otro modo, el cine había alcanzado la cumbre del metalenguaje llegando a convertirse en un arte que solo bebe de sí mismo.

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